Verano es agosto con grillos, ventanas rebosando luz y mar mientras despiertas. Amanecer subiendo una montaña. Reir en el jardín. Que nada importe. Dormir sobre la vía láctea, buscar pueblos perdidos en el mapa, desayunar sin ropa y sin relojes. Pisar la arena, el mar, la luna, la prisa y la rutina. Una poza en un río helado. El roce de… Un pueblo de Castilla con soportales de piedra y trigo en los caminos. Bicicletas, verbenas, caminos, besos nuevos.

Hoy te propongo que a lo largo del verano dediques un rato cada día a leer, escribir, contar y escuchar historias. Aquí tienes mis sugerencias para empezar:

  1. Responde a la pregunta ¿Qué es, para mí, el verano?
  2. Escribe una lista con los mejores veranos de tu vida. Puedes seguir un orden cronológico o anotar las ideas a medida que surjan.
  3. Intenta recordar un momento significativo de cada uno de los veranos de tu vida.
  4. Si tuvieras que contar todos tus veranos con una lista de 12 canciones, ¿cuáles elegirías? Primero elabora la lista. Después, si es posible, escucha cada una de las canciones y escribe a partir de las imágenes y emociones que te evoca.
  5. Imagina un verano en un lugar en el que nunca hayas estado.
  6.  Escribe a partir de los siguientes disparaderos, pero teniendo en cuenta sólo el verano: besos, despedidas, trenes, playas, amistades, hospitales, carreteras, hogueras, deseos, bailes.
  7. Intenta recordar un cuento que alguien te contara en verano, el momento y las sensaciones. Por cierto, ¿sabes que hay un montón de gente contando cuentos por ahí? Si tienes ocasión, ve a escucharlos. Ellas y ellos, mientras cuentan, también estarán escuchándote a ti.
  8. Busca un cuento  te gustaría contar en verano de viva voz, e imagina el lugar. Haz todo lo posible por contarlo.
  9. Elige una persona a la que te gustaría escribir una carta como las de antes, con sello y postal. Empieza contando desde dónde escribes, cómo es ese lugar, con qué personas te encuentras… Como si fuera una crónica. Puedes escribir una sola carta o una cada día. Escribe con total libertad, después decide si las enviarás o no.
  10. Piensa, literalmente, en un verano de película. Imagina que eres el o la protagonista  y reescribe tu escena favorita.

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11. Lee mucho. Lee libros que te inspiren a imaginar finales, a volar libre, a robar una alfombra mágica que te lleve a lugares perdidos o imposibles, a correr en busca de alguien para decirle aquello que te muerdes debajo de la lengua. Mi libro favorito para el verano es Memorias de África, ¿cuál es el tuyo?

Por úlitmo, te propongo tres condiciones para escribir. Úsalas sólo como una ayuda, nunca como un estorbo para la creatividad:

a) En un primer momento escribe todo lo que se te ocurra, sin pensar demasiado y sin censura.

b) Después revisa el texto intentando que, si otra persona lo lee, pueda llegar a sentir lo que estás contando. Para lograrlo rescata emociones, escenas que sean significativas para ti. A continuación intenta capturar los aspectos sensoriales imágenes, sonidos, sensaciones táctiles, olores y transmitir, con ellos, esas emociones.

c) Escribe siempre desde la honestidad, expresando lo que de verdad sientes. Esto no implica que escribas todo lo que piensas, ni que tengas que contarlo todo; ni siquiera que no puedas inventar historias. Significa que no mientes ni ocultas nada. La principal condición para escribir no es la veracidad, sino la verosimilitud: que lo cuentas sea creíble. La verosimilitud no aparece si tú no estás convencida o convencido de lo que escribes, si no lo defenderías incluso ante la amenaza de arder en una pira. Ray Bradbury, Natalie Goldberg y Anne Lammot saben mucho de esto.

Estaré por aquí si quieres contarme algo…

¡Feliz verano!

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