Storytelling es la acción de contar o escribir historias, algo que las personas hacemos cientos de veces a lo largo del día. En marketing designa una técnica que consiste en utilizar como estrategia de persuasión nuestra capacidad narrativa para identificarnos con las historias y emocionarnos con ellas; lo cuenta muy bien este clip que lleva Virgina Moraleda en su chistera. Christian Shalom analiza algunos ejemplos  en su libro Storytelling, la máquina de fabricar historias.

En el sector social la narración de historias también puede usarse con el objetivo de provocar una emoción y persuadir a la ciudadanía de que apoye una causa o se haga socia de una ong; pero, sobre todo, es una herramienta eficaz cuando se utiliza para contar historias de vida, para acercarnos a las realidades que pretende transformar. En este post de SocialCo hay una revisión de los diferentes formatos, ejemplos y consejos prácticos.  Otro día os contaré más detalles sobre cómo utilizar el storytelling en entidades sociales. Si queréis profundizar en este tema podéis apuntaros al curso que empieza en febrero 😉

Contar historias: ¿Por dónde empezar?

Aprendí a conducir en una autoescuela que se llamaba Avelino, para conducir como un felino. Tenía 20 años y, en realidad, ya había aprendido a conducir. Pero pasé mi primera hora de clase sentada en el coche con Avelino, quien me enseñó a mirar a menudo los espejos retrovisores para saber en todo momento dónde estaban los demás vehículos y cuáles eran sus potenciales movimientos. En mi primera clase sobre narración oral aprendí lo mismo: la escucha es fundamental. De hecho, la experiencia me va demostrando que es difícil, casi imposible, separar las acciones de contar y escuchar.

Así, mi primera recomendación para aprender a contar historias es aprender a escucharlas con el respeto y la delicadeza suficientes para saber cuánto tiempo más necesitará una persona para contarnos su verdadera historia; cuánto tiempo más debemos permanecer inmóviles y atentos para que las cosas sucedan. Escuchar, también, mientras contamos; para saber lo que pide cada historia, para acompasar la emoción; escuchar lo que dice la voz, pero también el cuerpo.

Mi segunda propuesta es conectar con la niña o el niño que fuimos; con la personita que, durante su infancia, escuchó historias, se asustó, encontró consuelo en ellas. Recordar estas historias, quién nos las contó, qué sentimos en aquel momento. A partir de ahí propongo ejercitar la memoria, siguiendo la propuesta de Estrella Ortiz:

Merece la pena aprender cosas de memoria. Imaginaos un recuerdo de alguien, cuando érais pequeños o pequeñas, que os contaba una historia. Esa persona se detenía y os contaba cosas de su vida, del pueblo, lo que fuera. Ese recuerdo que ahora nos viene, de cuando nos contaban, está teñido de emoción, de sentimiento, de aromas. Eso es algo nuestro: todo lo demás es ajeno, es una nube externa a nosotros. la memoria es una comunicación y una entrega de cuerpo a cuerpo. Por eso yo os propongo que hagáis la hermosura de crear vuestra propia nube. Haciendo acopio de todas las cosas que nos gustan: que leemos, que escuchamos, que nos inventamos. Cuentos, poemas, tradicionales o de autor, leyendas, anécdotas de la historia, mitos… Incluso una novela resumida. Lo importante es que sea algo que nos guste, porque eso nos va a despertar muchísimas ganas de comunicarlo.

Cuando encontréis algo que de verdad os gusta, cuando alguien os quiere contar algo, cuando os venga el recuerdo de algo remoto, cuando acabais de inventar algo, paraos. No sigáis comiendo información. Saboread las palabras, disfrutad de ello en ese instante. Porque si no nos vamos a llenar de otros sabores y ese no vamos a poder saborearlo. El afecto es muy importante. Dice un proverbio chino que de lo que rebosa el corazón, habla la boca. Paraos y después compartid de cuerpo a cuerpo.

Estrella Ortiz: la nube de tu memoria (charla TED)

Porque, como muy bien cuenta Isabel Bolívar en este post yo estaba allí y doy fe de que su narración fue bellísima— las historias no se repiten de memoria, se cuentan desde el recuerdo. En esa acción de recordar y volver a contar “Re (de nuevo) – cordis (corazón)” es donde sentimos y por tanto transmitimos la verdadera emoción, la que nos ha conmovido y podría, así conmover a otra persona. La emoción compartida, no impostada ni manipulada.

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Otros recursos que propongo para fortalecer la capacidad narrativa de cada persona son:

  • Imaginación y libertad: borra los límites para dibujarlos de nuevo donde quieras, con tu imaginación. Ten en cuenta todas las alternativas posibles, no sólo las más evidentes. Piensa cómo te gustaría que fueran las cosas, qué pasaría si la realidad fuera otra; visualízala como si estuvieras rondando una película de cine y pudieras verla desde diferentes ángulos, perspectivas y puntos de vista. A mí me ayuda mucho dibujar mapas mentales en una cartulina grande.
  • Honestidad: Di “tu historia, tu verdad“, aquello que de verdad te emociona; pero, en la medida de lo posible, hazlo sin estar muy presente en la narración; como también nos recuerda Isabel en su post, como saben quienes escriben las mejores crónicas, el protagonismo es de la historias, de las personas que las habitan. Muéstralas, pero no te exhibas. Si quieres contar la historia de algo o de alguien no inventes, no escribas ficción; en este caso lo importante no son tus recursos para la escritura creativa, sino para sentir y transmitir lo que sucede.

Y no olvides, nunca, divertirte. Si lo haces con intención, atención y cariño, todo lo demás sucede.

 

2 comentarios

  1. Ni se repiten de memoria, ni se escenifican. Se reviven y comparten siempre con el corazón en la mano y es entonces cuando la emoción extiende su cálido manto y todos sabemos y sentimos.

    ¡Enhorabuena!

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