¿Qué es, para ti, el silencio? ¿Cómo te relacionas con él?

Yo creo que el silencio es lo que sucede cuando nos paramos a escucharlo; que necesitamos materializarlo, darle un espacio. No solo en el exterior, sino también en nuestro interior. Suele ser el paso más dífícil por varias razones; la primera porque, incluso aunque practiques a diario la meditación, la tendencia natural de la especie humana es tener la cabeza cabeza llena de pensamientos que chocan unos contra otros. Casi todas las personas sabemos la teoría sobre la importancia de parar, respirar, volver a nuestro ser; y sin embargo, seguimos cayendo en la trampa de perseguir nuestras ideas de liana en liana, hasta que nos agotan.

La segunda, porque el silencio nos habla de nosotras, de nosotros. Eso es hermoso y, al mismo tiempo, puede doler. Hace un año escribí sobre esto. El silencio deja espacio para que lleguen nuestras palabras, nuestras emociones; para que entre el aire y seamos capaces de apreciar que ha cambiado la trayectoria de la luz. Iluminar las sombras, descubrir la belleza de lo cotidiano y lo pequeño.

Un hombre sabio me dijo que valoraba mucho el silencio en general pero, sobre todo, en las relaciones. Yo, cuando me asusto, hago mucho ruido; para espantar las nubes negras que se me amontonan en la cabeza y en el estómago y comprobar que aún hay vida, que la muerte no se ha colado por una rendija para llevárselo todo. Voy aprendiendo a calmarme, a dejar que se posen las nubes hasta disolverse en lluvia que limpia. Tengo siempre muy presente esta frase de Marina Garcés: “respetar el silencio, aceptar el vacío“. Cuando dejo espacio para el silencio del otro, de la incertidumbre, de lo que esté en juego en cada momento, lo dejo para mi propio silencio. Y solo entonces puedo escucharme, hablar conmigo; dejar de esconderme de mi misma y, al mismo tiempo, darme cobijo.

Así que hoy traigo esta propuesta porque creo que necesitamos ese silencio, esa escucha, para escribir; que está lleno de sorpresas, de recuerdos y sensaciones valiosísimas. De ocurrencias disparatadas que solo en él tienen espacio para materializarse en historias, expandirse, volar hacia otros tejados y abrigar a quien siente lo mismo que nosotras, que nosotros, pero aún no ha encontrado la forma de nombrarlo.

Si tienes dificultades materiales para encontrar un espacio en el que hacer silencio, puedes escuchar los audios de Escritura y autocuidado. En cualquier caso, para esta propuesta de escritura solo necesitas una pizquita de silencio, de ese que ya hay en tu día a día. Quizá esté en el instante en que te miras al espejo, o al traspasar el umbral de una puerta a otra. En los ojos de otra persona, en el tacto de otras manos; en la ventanilla del autobús.

PROPUESTA DE ESCRITURA 2

A continuación tienes una serie de preguntas, formuladas para que te ayuden a seguir los hilos de tu relación con el silencio. No tienes por qué contestarlas todas como si fuera un cuestionario; si estás escribiendo en el grupo, tampoco es necesario que compartas todo lo que escribas. Recuerda que en un primer momento la única pauta es hacerlo con total libertad; después habrá tiempo para revisar, sintentizar.

¿Qué es para ti, el silencio? ¿cómo te relacionas con él? ¿dónde lo buscas, cómo lo evitas? A lo largo de un día, de una semana, ¿cuáles son tus espacios de silencio deseado, y cuáles los impuestos? ¿hay algo que te gustaría cambiar en ese sentido?

Cuando llega el silencio, ¿qué escuchas en él? ¿de qué te habla tu cuerpo? ¿qué te gustaría contar, que merezca tanto la pena como para romperlo? ¿qué paisaje representa tu interior en ese momento? ¿Cómo se refleja el silencio en los espacios y objetos cotidianos?

Cuando sientas que has terminado de explorarlo, escribe un párrafo o una frase. Puede estar basada en tus reflexiones, ser un resumen o un extracto, o la descripción de un instante de silencio (deseado o impuesto) que hayas observado a lo largo del día.


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3 comentarios

  1. A tí, silencio, mi peor enemigo. Nunca fuiste invitado a venir, pero junto a mí siempre estabas como una sombra espesa, acechante, aburrida y obligada. No, nunca me caiste bien. Tantas veces quise plantarte cara, me pesabas en el alma más que mis años y tú, taladrando mi mente y mis espacios con tus ruídos y por eso siempre renegaba de tí. Te odiaba a muerte: me hacías daño y de mis cruces te culpaba.

    A tí, silencio, mi mejor amigo, que me acompañas en mis momentos de sombras como una luz blanquecina cálida, amorosa y esperanzadora. Ahora que eres costumbre y lo único que tengo como certeza, mi dulce compañía, mi calma latente, esperando siempre paciente mi comprensión y aceptación.

    En tí, silencio, encuentro mi mejor apoyo, mi mejor consejo, mi guía. En tí me encuentro a mí.

    A tí, silencio, Gracias.

  2. Que hermoso tema para escribir. Para mi el silencio es salud, es una necesitad. Hace un mes me estoy despertando a las 6 de la mañana para encontrarme a diario con el. Voy a escribirle, se lo merece 🙂

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