Llegó el otoño a este lado del planeta, lleno de luz blanca y de silencio. En octubre los restos de luz, el cobre y los colores; el sol que se deja acariciar entre los días de lluvia. En noviembre, este noviembre recién estrenado, de momento lluvia y frío; gris y blanco.

Esta semana celebro mi cumpleaños; no sabía que coincide con la festividad celta de Samaín. El fin de la luz, el comienzo de la oscuridad. Escribo fin y comienzo aunque sé, en realidad, que solo son palabras; el tiempo y los acontecimientos se entrelazan al ritmo de la naturaleza, de tal manera que cuando algo se apaga se transforma en algo distinto.

En las semanas previas al cambio de estación he escuchado mucho las palabras soltar, dejar ir; creo que a veces las repetimos con demasiada ligereza. ¿Cómo sabemos cuándo es el momento de soltar, cuándo de sostener entre las manos aquello que amamos?  Con el paso de los años voy aprendiendo a escuchar, a escucharme. Siento el miedo al vacío, el dolor de la ausencia, cuando llegan. Ya no huyo; estoy en ellos. Entonces se transforman, poco a poco, en algo distinto.

Durante muchos años aprendí a refugiarme en una soledad que me abrigaba; si el mundo fallaba, si algo no salía como yo quería, podía volver a esconderme debajo de mi piel de osa, de mi piel de invierno. Hace tiempo que esa soledad ya no me nombra; estoy soltando los últimos restos de una piel caduca. Seguiré hibernando cuando llegue el momento, los días en los que el cuerpo y el alma pidan acurrucarse junto al fuego. Pero no volveré a esconderme detrás del hielo. Quiero sostenerme en el pecho un corazón caliente, que conserve dentro el piar de los pájaros y el calor del verano; capaz de seguir alborotándose con otros cuerpos y en otras miradas.  Corazón que teje y sueña, que crea y cuenta.  


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Gracias por tu visita, y ¡hasta pronto!

12 comentarios

  1. Lidia. !Que bonito!

    No es lo mismo resguardarse tras la piel de oso, al abrigo de las inclemencias del tiempo (medido en grados o en horas), o de las personas , o de los sucesos; que esconderse tras la capa de hielo , que te paraliza, te aísla y acaba haciéndote morir lentamente, como el hielo real, congelándote.

    Me parece una metáfora preciosa y muy acertada.

  2. Doy gracias a la Madre Tierra por darte la oportunidad de darle la vuelta a la Rueda del Año. Pido a la Anciana Sabia que una nueva vuelta, nos siga permitiendo estar juntas de corazón. Gracias Lidia Luna, por compartir tu conocimiento, y de tu alegría, de estar cerca de las preguntas que la vida nos propone.

    Feliz Aniversario de tu Nacimiento, Lidia Luna, y que en la Tierra sigas cosechando. Un fuerte y cariñoso abrazo a la distancia.

  3. Justo antes del cambio de estación, me vino lo de Suéltalo y estuve meditando bastante sobre ello. Pero dejé de hacerlo porque sentí que ya no tocaba. Y ahora leo lo de la necesidad también de sostener entre las manos. Esto me ayuda. He pensado también que a veces además de soltar o sostener, también toca luchar, tanto lucha interior como exterior… porque el conflicto, en una relación o en el trabajo o en el mundo, también se da. Y tenemos ira, enfado etc.

    Muchas felicidades XD

  4. Qué lindo, Lidia Luna 🙂
    Respiro… Porque este mes también cierro y abro para una nueva vuelta al sol.
    El otoño siempre me mueve. Realmente lo siento como mi principio y final. Tardé en darme cuenta de que tenía que ver con la época de mi entrada en escena.
    Esta época del año me mueve a decelerar. A caminar más despacio para poder mirar bien. En profundidad. Así es la única manera que alcanzo a ver con claridad.
    Miro las hojas caídas tapizando el lecho del bosque y aparece la idea “soltar”. Entorno los párpados y trato de afinar un poco más. De ir más allá de este verbo de la primera conjugación que tanto nombramos en el tiempo de la hojarasca.
    Entonces aparecen otras ideas. Identificar. Nombrar. Autenticidad. Qué me resuena y qué no. A qué me apego y qué tiene un sentido vivo para mí en ESTE momento… Y tantas otras que no hacen sino invitarme a volver la mirada hacia mí, a empezar a entrar en la cueva, trayendo conmigo al calor del hogar todo lo que me habita justo ahora. Ni antes, ni después.
    Todo esto es lo que muevo para que se quede. Lo demás, como las hojas, caerá por sí mismo.
    Y agradecer. Agradecer a lo que me acompañó hasta aquí porque es lo que me sostuvo en el camino hasta este lugar.
    Y agradecer. Agradecer a lo que elijo que siga formando parte del manto que me abriga porque, lejos de suponerme una carga, me aporta calor y ligereza 🙂

    Gracias por compartir tan cerca. Un abrazo grandote con el otoño bien presente.

    1. Felicidades también, compañera de noviembre. Siempre me pareció un mes precioso. Un abrazo lleno de calor y agradecimiento; para ti también 🙂 Y mis mejores deseos para ese movimiento que va meciendo el otoño.

  5. Muchas felicidades Lidia, precioso escrito. Me encantan tus palabras de valentía, de necesitar cada vez menos el refugio en los momentos duros. Pensaré en ello. Que pases un Feliz cu oleaños!!! Un abrazo grande.

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