Los cuidados y el autocuidado en las profesiones de ayuda y acompañamiento
Artículo publicado en la Revista Norte de Salud Mental nº 63
“Me animó a que hiciera un trabajo del corazón. Cuéntales lo duro que es ayudar y también lo agradable que es. Dales una idea…”
Michael Mahoney, Psicoterapia constructiva
Resumen
El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la importancia de instaurar y mantener la práctica del autocuidado en las profesiones de ayuda y acompañamiento durante los desafíos diarios y extraordinarios de la labor profesional; el autocuidado como prevención y preparación ante experiencias difíciles y su relación con los cuidados.
Palabras clave: cuidados, autocuidado, vulnerabilidad, relación de ayuda, identificar, expresar, práctica, recursos.
1.Introducción
Entiendo el autocuidado como una práctica que es responsabilidad de cada persona, pero cuyos tiempos y energías tenemos que equilibrar siempre con los cuidados: tanto los que proporcionamos a las demás como los que recibimos de nuestras redes de apoyo, de la organización para la que trabajamos y/o de las condiciones materiales con que contamos.
Los cuidados y el autocuidado
Todas las personas somos vulnerables por el hecho de tener un cuerpo, y vamos a necesitar cuidados físicos en algún momento de nuestras vidas[1]. Sin embargo, la narrativa dominante afirma lo contrario: que cada persona sale adelante por sí misma, que es mejor no depender de nadie, que debemos ser fuertes. Por tanto, a veces solo somos conscientes de nuestra vulnerabilidad e interdependencia cuando llega la enfermedad y, cuando esta es masiva como sucede con la pandemia de COVID-19, es algo que se hace muy evidente.
Somos, además, animales sociales y de afectos[2]; nos formamos a través del vínculo con nuestras figuras de apego y, de una forma o de otra, dependemos de ese vínculo con otras personas a lo largo de nuestras vidas; nos necesitamos para sobrevivir, para estar bien, para dar un sentido a nuestras vidas:
“Vivimos en y desde nuestras relaciones de pertenencia. Nos influimos unos a otros y creamos intrincadas redes de influencia que merecen nuestra consideración y respeto.”
Michael Mahoney, Psicoterapia constructiva
Así como necesitamos cuidados físicos, necesitamos cuidados emocionales; que otras personas nos sostengan en los momentos difíciles, que reconozcan y validen nuestras emociones; que podamos ser nosotras mismas, nosotros mismos; recibir amor y apoyo. Que nos permitan, también, sostenerlas y acompañarlas; dar y recibir.
El autocuidado, por tanto, tiene una relación muy estrecha con el cuidado:
- Por un lado, porque tenemos que repartir el tiempo que dedicamos a cada una de estas tareas; cuánto tiempo dedico a cuidar a otras personas y cuánto a cuidarme a mí; cuánta energía me queda para mí después de cuidar a otras personas.
- Cuando hay una tarea de cuidados que demanda nuestra atención y energía de forma continua, quizá sintamos que, de alguna forma, el tiempo de autocuidado se lo estamos restando a esa otra labor; que, al hacerlo, nos sintamos culpables o egoístas. Sin embargo, la práctica del autocuidado es imprescindible para el bienestar de quien cuida, así como para ofrecer un apoyo saludable y poder hacerlo de forma continuada en el tiempo. En la medida en que una persona perciba sus propias necesidades físicas y emocionales, que las acepte, que se dé un espacio para sentirlas y expresarlas, podrá acoger y reconocer las de otras personas: me cuido porque merezco la vida; me cuido porque la vida merece ser cuidada.
La práctica del autocuidado
El autocuidado es una práctica y, como tal, no responde a una receta; requiere intención y compromiso. Supone entender la salud como una interrelación de factores donde el bienestar psicosocial y emocional o su ausencia tienen un impacto directo sobre la salud física; todos los componentes están en equilibrio e interrelación y son inseparables.
Convertir el autocuidado en un recurso y una rutina es un proceso no lineal en el que encontraremos dificultades; conocerlas nos permitirá minimizarlas. Cada persona deberá identificar las suyas. Algunas de las más frecuentes son:
- Sentir que no hay tiempo
- Priorizar las tareas productivas
- Dificultad para identificar y aceptar nuestras necesidades: darnos permiso para sentir
- Pensar que todo está bajo control externo y, al mismo tiempo, sentir que escapa a nuestro control: indefensión y victimización.
El principal recurso para el autocuidado es la identificación y aceptación de las emociones sin excluir ni evitar las que nos resultan menos agradables: ira, culpa, miedo, tristeza. Las emociones nos permiten identificar lo que necesitamos y, de esta forma, conectar con nuestros recursos para manejar una situación; o darnos cuenta de que no los tenemos y buscarlos en el exterior. También nos ayudan a identificar las causas del malestar y, de esta forma, saber cuál es la mejor acción; por ejemplo, sentir que necesitamos expresar un sentimiento y buscar la forma de hacerlo, pedir ayuda a otras personas, solicitar apoyo a la organización o movilizar una reivindicación.
Además de la percepción, regulación y expresión emocional, otras tareas que pueden ayudar son:
- Identificar los recursos de afrontamiento que nos han ayudado en otras situaciones difíciles.
- Definir qué otros recursos necesitamos y la forma de conseguirlos.
- Llevar un diario de autocuidado que nos ayude a prestar atención a lo que sentimos y necesitamos.
- Identificar y aceptar lo que no depende de nosotras; permitirnos el no sentirnos capaces de abarcar todo, reconociendo que a veces los recursos humanos o materiales son insuficientes. Dejar espacio para la participación colectiva y la reivindicación cuando sean oportunas.
- Cubrir las necesidades básicas: darse tiempo para descansar, alimentarse de forma saludable y dormir.
- Incorporar un pequeño ritual de entrada y salida de la tarea profesional: conectar y desconectar.
- Incorporar una rutina de movimiento y/o cuidado corporal.
- Reservar unos momentos para escuchar al cuerpo y las emociones, como la meditación o la atención plena.
- Entender los propios motivos para trabajar en una profesión de ayuda; revisar las expectativas profesionales, altruistas y sociales que están en juego en dicha actividad y en la vida.
- Darse tiempo para integrar, sentir, conectar. Conocer, reconocer y aceptar la propia vulnerabilidad ante el dolor propio y ajeno, la incertidumbre y el cambio.
En cuanto a los factores externos, además de la red de apoyos y afectos de cada persona, las organizaciones deben tener un plan de cuidados para disminuir el impacto de los riesgos psicosociales y mantener el bienestar de los equipos de trabajo. En este sentido, algunos aspectos a tener en cuenta son:
- Establecer canales claros de comunicación interna para expresar necesidades; proporcionar acceso a un servicio externo de apoyo emocional cuando sea necesario.
- Incorporar espacios de cuidado, como la formación externa o la supervisión horizontal.
- Sistematizar experiencias de cuidado y buenas prácticas; abrir espacios de intercambio con otros dispositivos y recursos.
- Facilitar la creación de grupos de apoyo mutuo o espacios en los que compartir, expresar, normalizar.
Para seguir cuidando, ¡cuídate mucho!
Gracias a Inma Albi, compañera de cuidados; sin sus saberes, este artículo no habría sido posible.
[1] Yayo Herrero, La vida en el centro
[2] Beatriz Rodríguez Vega, Esto de ser humano: contemplando la luz a través de la herida
Recursos
Curso gratuito Escritura y autocuidado
¿Cómo empezar a escribir un diario?
Formación
Curso Escritura y autocuidado
Curso Los cuidados y el autocuidado en las profesiones de ayuda y acompañamiento (solicitar información).
Magnifico artículo el del cuidado y autocuidado. Siempre de actualidad, siempre a tener en cuenta.
¡Muchas gracias, Encarna! Tan difícil y tan necesario. Un abrazo grande 🙂
Cuanto necesitamos cuidarnos para cuidar. Vaya artículo inspirador. Gracias Lidia por poner tanto amor y por cuidar. Me ha gustado mucho.