¿Conoces la historia de Vasalisa y la bruja Baba Yaga?
Voy a desvelar parcialmente el final del cuento tal como aparece en Mujeres que corren con lobos. Es un cuento tradicional, por lo que encontrarás muchas más versiones en antologías o en internet. De hecho, yo conocí este relato en una preciosa antología de cuentos rusos de Afanásiev, con ilustraciones bellísimas de Iván Bilibin como esta. Aquel ejemplar se perdió y, muchos años después, compré uno en una librería de viejo de Madrid.

Resumiéndolo mucho: Vasalisa es una niña que tras la muerte de su madre vive con su padre, su madrastra y dos hermanastras; la típica estructura de los cuentos tradicionales que nos habla de arquetipos y no de roles, pero esa es otra historia. Un día, las tres mujeres apagan el fuego de la casa y le dicen a Vasalisa que debe ir al bosque a por más; ella sabe que allí vive la bruja, pero aun así se adentra en él y acaba en la casa de Baba Yagá; otro elemento arquetípico, ambiguo y poderoso que termina dándole el fuego a Vasalisa. Ella emprende el camino de regreso a casa tal como la ves en la foto: portando en sus manos la luz de la ardiente calavera, que alumbra el camino y también hace que la niña esté, ahora, en contacto con todo su poder.
La valentía de adentrarse en el bosque, el paso por la casa de la bruja y las pruebas a las que esta somete a la niña son un proceso de iniciación. Vasalisa sale de su casa con una muñeca en el bolsillo, un regalo de su madre que la cuida y la guía; cuando regresa llevando el fuego en la mano esa intuición es mucho más fina, certera, poderosa; porque, a través de las pruebas de la bruja y las conversaciones con ella, ha transformado la guía de la muñeca en su propia guía interior; después de pasarla por el cuerpo y la experiencia, se ha apropiado de ella.
Mientras está en casa de la bruja la niña tiene que discernir: cómo separar el grano de la paja, cuándo preguntar y cuándo es mejor permanecer en silencio. Al regresar a casa con la antorcha en la mano la niña debe sostener la luz de la verdad y la potencia de su propio poder personal; todo aquello de lo que es capaz, ahora que sabe. En ese proceso, la niña también ha perdido la ingenuidad; por eso la calavera también le mostrará aspectos de la realidad de los que antes no era consciente.
El otro día, en el taller en directo Llenar cuadernos: del deseo a la práctica, hablamos mucho de esto:
Si yo quiero escribir, ¿por qué no escribo?
Si quiero revisar y ordenar mi historia de vida, ¿por qué no lo hago?
Si quiero cambiar esto, ¿por qué no empiezo?
Por muchas razones a menudo sutiles, inconscientes, ocultas, que solo se ven cuando te adentras en el bosque; cuando regresas al cuerpo desde la seguridad y la confianza, sin prisa pero sin pausa, paso a paso. Cuando abres un espacio para estar contigo y escuchar todo lo que se presenta; para discernir, alumbrar, sostener.
Mientras camina, la niña siente el impulso de tirar la calavera; le asusta la luz, le asusta el poder que ahora tiene. A menudo nuestra psique nos mantiene en un lugar seguro, quizá angosto pero conocido; queremos salir, de hecho sentimos el impulso evolutivo que nos anima a hacerlo; pero, al mismo tiempo, tira de nosotros el temor a lo desconocido.
A veces sentimos un deseo muy grande de darnos el tiempo y el espacio para parar y escucharnos; pero tenemos miedo a lo que podamos encontrar. Necesitamos, también, recursos y una guía para sostener todo aquello que alumbrará la luz de nuestra sabiduría interior; la luz de la consciencia. ¡Hay muchas formas de hacerlo! A mí me encanta sumergirme en las profundidades de la psique desde la ligereza y la calma. Si quieres que te acompañe en este viaje, nos vemos en La escritura y el cuerpo; también puedes seguir los pasos de La mujer salvaje. Para otras alternativas visita la web.
PD: Esta es una de las cartas semanales Al hilo de la escritura que envío cada domingo; puedes suscribirte aquí.
