
Uno de los manuales que utilizo en los talleres —y en la vida— es el libro de Gabriel Roth Mapas para el éxtasis. He seleccionado este fragmento que habla de la importancia de escribir nuestra historia y de algunas herramientas para hacerlo:
Es bueno y agradable llevar un diario y llenarlo con tus cosas, con tu ser: poemas, sueños, diálogos, retratos, cartas, recuerdos, observaciones, reflexiones, percepciones, intuiciones, confesiones, dibujos, citas. Significa que te tomas en serio tu vida y te importa lo bastante para verla sinceramente, verla y decir la verdad.
Debería ser un ejercicio esencia y continuado de autodescubrimiento: encontrar gradualmente tu voz, tus verdades, tu historia. Un par de maneras fáciles de comenzar es con cartas y recuerdos. La escritura epistolar es un arte que se está perdiendo en esta era de teléfonos y aviones, así que las cartas son cada vez más apreciadas y constituyen formas potentes de comunicarse. Y en un tiempo en que la verdadera intimidad es cada vez más difícil, las cartas nos ofrecen una manera fácil de superar el miedo a expresar nuestros sentimientos y la verdad de nuestra vida, y por lo tanto son una ruta hacia comunicaciones verdaderamente íntimas. Así pues escribe cartas, no sólo a las personas que están lejos sino a aquellas que viven contigo, hablándoles de tus sentimientos, experiencias, recuerdos e ideas.
Leyendo este fragmento me he acordado de aquellos intercambios epistolares que promovían en el colegio con personas de otros países a las que no conociamos. Escribíamos hablando de nuestras costumbres, familias, aficciones… Y esperábamos, durante días, a que llegaran las respuestas; sobre todo si traían la promesa de una fotografía.
He recordado también este libro bellísimo de Begonha Caamanho, Circe ou o prazer do azul, que teje la amistad de Penélope y Circe a través de su correspondencia.
Y, por último, he anotado que tengo una carta pendiente de enviar. Por suerte todavía quedan personas en este mundo en el que predomina lo virtual dispuestas a intercambiar correspondencia escrita. Las cartas enviadas son hojas de nuestro diario que echamos a volar con la esperanza de que alguien recibirá nuestros sueños, dudas, temores o ilusiones y se tomará el tiempo para alimentarlos o consolarlos, según el caso, escribiéndonos de nuevo.
No todas las cartas que escribimos acaban en el buzón; podemos elegir como interlocutoras a personas con las que, por cualquier motivo, no podemos comunicarnos de una forma tan íntima. Porque se fueron para siempre, porque no sabemos dónde encontrarlas o, simplemente, porque no nos parece oportuno. En cualquiera de estos casos puede ser beneficioso y clarificador ordenar y expresar nuestros sentimientos como si nos dirigiéramos a ellas. Michael Mahoney propone este ejercicio en tres pasos:
- Fase 1: escribe a mano una carta para esa persona, expresando tus sentimientos en torno a ella, a la relación y a los episodios importantes para ti, de una forma auténtica y sin censuras. Recuerda que nunca enviarás la carta, por lo que no dudes en ser tan sincero como puedas.
- Fase 2: cambia ahora de perspectiva e imagina que eres, por un momento, la persona a la que has escrito la carta no enviada. Escribe la carta que esa persona te escribiría a ti; deja fluir la carta como si realmente la estuviera escribiendo esa persona.
- Fase 3: Escribe una carta dirigida a ti por esa persona, pero teniendo en cuenta cualidades más humanas de esta persona. Es la carta que tú desearías recibir.
¿Cuánto hace que no escribís una carta? ¿Os animáis a probar de nuevo?