A veces me despierto en mitad de la noche con un manojo de palabras en las manos. Si tuviera la suficiente fuerza de voluntad, me levantaría para ponerlas en agua; escavaría la tierra para regarlas después y cuidar sus raíces cada día. Pero me pueden la pereza o el cobijo y no hago nada; las guardo en el corazón, debajo de la piel, para volcarlas en el cuaderno por la mañana.

A veces mis palabras tropiezan con las imágenes que se forman en los sueños; con las palabras que otras personas comparten, me regalan. Con las manos que están; con las que estuvieron. Con la memoria y la nostalgia, el deseo y la imaginación. A veces se me escapan de las manos mientras duermo, sin que yo lo sepa, y ellas mismas buscan un lugar para enraizase. Detrás de los libros, debajo de la mesa, en lo alto de un estante.

A veces me pregunto quién seguirá escribiendo en los próximos años; cómo encontraremos la calma necesaria para parar el mundo unos instantes y buscar las palabras que lo nombren. Las imágenes que nos ayuden a entenderlo, cuidarlo, recrearlo de nuevo cada día.

Yo quiero ser custodia de sueños, de palabras. Quiero llevar las historias en el cuerpo, con la ligereza de quien recorre los caminos sin horadarlos.

Y tú, ¿qué harás con tu deseo?

Nos vemos estos días en Tapia de Casariego en y Lourenza; en Ribeira dentro del festival Atlántica de narración oral y en el museo del mar de San Cibrao (8 de julio a las 12:00).

Actividades online y espacios para cuidar tu escritura en 2023 o acompañar la escritura de otras personas aquí.

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