Un año más estoy celebrando el octavo aniversario de Narrativas y otras lunas; en octubre de 2014 escribí la primera entrada del blog, y supongo que sería unos días antes cuando encontré el nombre. Le di muchas vueltas mientras paseaba por la Casa de Campo: jugaba con las palabras, descartaba decenas de posibilidades. Pero de pronto un día llegó, y supe que era ese.

Después dediqué mucho tiempo a escribir un manual que se llamaba Contar tu propia historia para sintetizar todos los aprendizajes que me habían llevado hasta allí. Recuerdo estar enfrascada en este trabajo durante horas, casi todas las horas del día. En él están las bases de todo lo que vino después, incluyendo la formación especializada. Era algo tan mío, tan vinculado a mi trayectoria y a diferentes fuentes, que a veces me cuestionaba su valor con esa vocecita interna que siempre nos persigue. Pero al mismo tiempo creía profundamente en todo lo que había escrito; porque era el mapa y la brújula de toda mi trayectoria personal y profesional hasta ese momento.

Hoy en día sigo trabajando de la misma forma, destilando todo aquello que a mí me sirve para acompañar a otras personas en sus proyectos creativos y, cada vez más, en sus procesos de cambio. La psicóloga que un día necesité dejar de ser está cada vez más presente, y mi deseo es que siga siendo así. Conserva intacta en su mochila un deseo profundo de conocer y aplicar todo aquello que pueda aliviar el sufrimiento humano; teniendo siempre en cuenta que el objetivo final es ofrecérselo a otras personas para que sean ellas las que, con el paso del tiempo, hagan suyo cada uno de los recursos: hacia la autonomía y la soberanía creativa, emocional, que busca para sí misma.

La escritora que un día me atreví a soñar también ha crecido un poco desde entonces; habita su universo de palabras, lo comparte, quiere que se haga cada vez más grande. Está dispuesta a pelear por su tiempo y su energía; confía más en ella.

La narradora escucha, teje, hila. Recoge historias de aquí y de allá, cada vez con más avidez y alegría; sabe que es ella la que sostiene a las otras dos; que existen y crean gracias a su capacidad para sumergirse en el imaginario colectivo, rescatar lo que está oculto y sostenerlo entre las manos; de la luz a la sombra en un camino de ida y vuelta que se transforma, pero (casi) nunca termina.

En unos días cierro casi todas las convocatorias para seguir cuidando unas poquitas actividades, los talleres y acompañamientos en curso y las sesiones individuales. Si te apetece compartir una parte del camino, éstas son las opciones disponibles:

Formación especializada

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