Disfruto mucho estos primeros días de enero; mi sensación es la de estrenar un libro en blanco con todas las páginas por delante para ir desarrollando los proyectos que quiero cuidar. Además, por primera vez he despedido el año que termina con agradecimiento, pero sin el nudo en el estómago que he sentido otras veces. Creo que esta posibilidad tiene mucho que ver con llevar más de 12 meses habitando con consciencia y constancia el tiempo en espiral; entendiendo de una forma muy profunda (con el cuerpo antes que con la mente, con ambos a la vez después) el ciclo constante de vida-muerte vida: qué tiene que morir, que puede nacer a cada instante.
¿Cómo lo sientes tú? ¿Qué te asusta? ¿Qué te da fortaleza y te acompaña? Puedes dedicar unos minutos a escribir qué te da miedo en este momento. Hazlo sin pensar demasiado y sin juzgar lo que estás escribiendo, dejando que lleguen las palabras. Vuelca en tu cuaderno todo lo que te asusta en este momento. También puedes utilizar un espacio distinto, una o varias hojas aparte, para romperlas o quemarlas después. Como decía James Pennebaker:
Quémalos. Borrarlos. Córtalos. Rómpelos en pequeños pedazos y lánzalos al océano o deja que el viento te los quite.
Si haces el ejercicio anota después para qué te ha servido, qué has descubierto. Después, en esa misma sesión de escritura o en otra distinta, haz una lista con todas tus fortalezas y recursos. Pueden ser habilidades, personas cercanas, logros y todo aquello que sientas que puede acompañarte en los próximos meses. Igual que en el ejercicio anterior, hazlo sin pensar demasiado y sin censurar o cuestionarte lo que estás escribiendo.
Cuando hayas terminado, si quieres puedes elegir una de esas fortalezas y escribirla en un papel con letras bonitas para verla cada día, o crear un collage con alguna fotografía que te ayude a recordarla y tenerla presente cada día.
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